Punto de reunión para todos los valientes mediavideros que no tienen intención de formar parte de una gran organización. Porque la traquilidad y comodidad no tienen precio.
Todo empezó el año 2932, en un viejo Bengal quemado por la larga década de constantes enfrentamientos contra los Vanduul. Comandado por un veterano coronel de 46 años llamado Iván Letto, conocido en toda la UEE por su gran capacidad para sentarse en el sofá copa en mano y observar por la ventana de su camerino como sus Warriors cargaban contra las hordas alienígenas. Siempre acompañado por su fiel amigo y segundo hombre al mando, Diego Thrazz (con quien se alistó y graduó en la academia militar Clan Base), con gran reputación entre los soldados rasos por ser uno más, al que no le importaba el rango y siempre que los oficiales le pedían un update en el armamento o alguna nueva feature, respondía con un: “¿Eh?”.
Estos dos buenos amigos y oficiales se encontraban en la rutinaria patrulla, ordenando la pila de papeleo anticuado (que siempre sudaban de archivar y se acababa acumulando de tal manera que lo usaban para apoyar los pies cuando se sentaba en ese cómodo sofá de piel azul marina), tanto tardaban en archivar toda la documentación el papel quedaba arrugado y negro debido a esos pies sucios y negros de pasearse descalzo por el camerino de Letto, porque incluso en el espacio no hay cosa que dé más por culo que el dichoso polvo. Una vez ordenado esa infernal pila de papeleo Thrazz tuvo una brillante (pero no nueva) idea, la cual comentó a Letto: “Vamos a jugar al Counter-Star”. Idea a la que Letto no se pudo negar.
Cuando nuestros protagonistas creían que no había pasado ni media hora desde que empezaron a jugar al Counter-Star, mientras se bebían unas cañas, comían unas tapas, se oyó un sorprendente estruendo. Ambos asustados, rápidamente se miraron a los ojos. Letto con la caña en la mano y Thrazz con la tapa, y se dijeron a la vez: “Yo no he sido”. Ambos creyeron que el otro se había cagado encima. En el mismo instante que terminaron la corta pero profunda frase con las bocas llenas, entró un joven soldado que asustado gritó: “Señor, son los Vanduul, nos atacan por popa. Todo el mundo ha empezado a movilizarse y esperan sus órdenes para iniciar el ataque”. Letto, un poco asustado a causa del susto y de verle la boca llena de comida a Thrazz, con los dientes amarillos de llevar días sin lavárselos, ordenó: “Ordena al escuadrón Flema que inicie el ataque mientras me dirijo al puesto de mando para organizar el contraataque”. Rápidamente Thrazz se puso en pié, se abrochó los dos botones de la chaqueta del uniforme, miró con seriedad y ceño fruncido a Letto y con voz de preocupación y valentía soltó: “Sabía que venía de un culo, menos mal que no ha sido el nuestro”.
Fueron necesarias 5 horas de sudor y sangre para derrotar a los Vanduul y mandarlos de vuelta a su apestoso sector de la galaxia, por suerte, parece ser que el oficial al mando Vanduul era igual o más inútil que nuestros dos contraventores. En el puesto de mando eran todo alegrías, abrazos y alabanzas hacia los dos oficiales que juntos forman un dúo estratega de gran nivel. A los más jóvenes que llevaban sólo unos pocos meses bajo las órdenes de Letto se les podía oír comentar algunos de los momentos más intensos de la batalla: “El rush escas ha sido increíble. Sin duda los humos espaciales han marcado la diferencia” o “A mí me ha resultado más increíble el 3-2 sin AWP”.
Letto se dispuso a hacer recuento de bajas, tanto humanas como materiales, la cual le alegró al ver que sólo había perdido a unos pocos soldados, pero a la vez le entristeció ver en el informe que la cocina había sido dañada y esta noche le iba a tocar comer las sobras del día anterior. Thrazz se acercó a Letto desde su posición en el centro de mando, para ver el informe. Pegó un golpe en el suelo y dijo: “Me cago en Dios, otra vez verdura”.
Tras una sosa cena de patata y judía hervida, acompañada con un par de salchichas a la plancha, Letto daba el último sorbo de la casi vacía copa de cava que tanto le gustaba beberse tras una satisfactoria victoria, pensativo, observando el oscuro, vacío y frío espacio. Thrazz se dio cuenta de que algo le pasaba a Letto, estaba demasiado callado y le preguntó que qué le pasaba.
Letto le miró con una cara triste, nostálgica, con los ojos empañados y con la voz temblorosa le dijo: Echo de menos a mi hijo y a mi mujer. Y al bar de Billa, por supuesto”, a lo que Thrazz le respondió: “Yo también echo de menos al bar. Y a tu mujer”. Letto no lo escuchó. Un minuto de silencio más tarde, Letto retomó la conversación: “Estoy cansado de esta vida, lo único que hacemos en comer, beber, luchar y jugar al Counter-Star. Mira la panza que me está saliendo, esto no es normal. Ojalá nos pagaran por no hacer nada y pudiéramos tirarnos media vida en el bar de Billa, que la cerveza de allí no engorda”. “Ojalá amigo, ojalá” respondió Thrazz.
Letto se alzo con fuerza y rapidez, tan de sopetón que la silla en la que estaba sentado cayó de golpe al suelo, pasó todo tan rápido que Thrazz se asustó, pero antes de que éste pudiera decir algo a Letto se le ocurre una brillante idea: “Diego, tío, ya lo tengo. Por qué no fundamos un sindicato de veteranos y retirados, como las comisiones obreras que tenían en el siglo XXI. ¡Nos pagarían por no hacer nada!”. “¡La madre que me parió!” gritó Thrazz con alegría, “podríamos llamar al sindicato Mediavida, como el bar de Billa, y todos nuestros clientes se sentirían como en casa. Bueno, todos no sé, pero tú y yo seguro, que es lo que importa”.
Y así es, queridos amigos y miembros de Mediavida, como nació nuestro pequeño sindicato, donde nos juntamos para no hacer nada de provecho, dejar que los demás hagan el trabajo sucio y robarles las recompensas a todos aquellos pobres diablos que bajen la guardia y no se den cuenta de que los mediavideros estamos al acecho, esperando a ser pagados por no hacer nada.
Who’s asking?
Who’s asking?